EL SAPITO AZUL
Y LOS FRUTOS DEL CAFE
“El sapito azul vive en una mata tan grande y bonita como esta que nos protege de la lluvia“.

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Los frutos de cafe!
y el sapito azul
Las recolectoras de café o chapoleras son mujeres de manos ágiles, de festivo temperamento y una gran tenacidad y disposición para los quehaceres diarios. Siempre llevan una canción a flor de labios y una sonrisa para sus compañeros de trabajo.
Estas chapoleras cuelgan en su cintura el canasto de fino bejuco donde recolectan los frutos de café colorado, lo arrancan del arbusto con delicadeza y le dan el cuidado que merece este grano con que se prepara la mejor bebida del mundo. Pero no solo ellas son la fuerza vital que mueve la recolección de la cosecha, es toda la familia la que alegra los surcos cada vez que en las ramas colorea su fruto.
Pues estando en plena cosecha, dos de estas chapoleras se sentaron a media tarde a descansar bajo el follaje de una gran mata de café. Era un día lluvioso y las ranas acompañaban con su alegría el sonido del agua que se perdía en pequeños raudales bajo el follaje de suelo. La más joven, una muchacha de veinte años se había estado quejando del trabajo que tenía que hacer, la mayor, que había estado a su lado en la recolección y había tenido que soportar esta quejadera de la muchacha, fue la que empezó con la historia del sapito azul.
” El sapito azul vive en una mata tan grande y bonita como esta que nos protege de la lluvia. Habla y solo las chapoleras escuchan su voz”.
La muchacha, en principio no prestó atención al cuento de su compañera y siguió con su desgano y su mala cara, pero en esas algo saltó del ramaje que estaba sobre ellas: una gota de lluvia vino a dar contra su cara, espabilándola.
>> No hace mucho, en estas mismas tierras, sucedió lo que voy a contar:Una chapolera que había quedado viuda y con dos hijos ya casaderos, una muchacha y un varoncito, conoció al sapito azul.Él estaba en una hermosa mata de café que tenía frutos de cafe rojos, verdes y uno seco que no se le veía por ningún lado. El sapo se lamentaba de la perdida de aquel fruto de cafe seco que significaba mucho para él. Como la viuda chapolera estaba debajo de la mata resguardándose de la lluvia podía ver aquel fruto seco colgando de una rama que llegaba casi al suelo. “aquí está señor sapito” – dijo la viuda sin mostrar desconfianza alguna y queriendo ayudar al animalito que se oía desesperado. El sapito azul saltó presentándose ante sus ojos. Era como de cristal y cuando hablaba parecía quebrarse.
La viuda chapolera le mostró aquel fruto de cafe resecó que estaba a punto de dejar la mata.Al momento el sapito azul le cayó encima al fruto de cafe reseco atrapándolo y evitando que tocara el suelo. Trajo su fruto y lo abrió descubriendo la chapolera que debajo de la cascara reseca se escondía un gran diamante amarillo. “Este es mi mayor tesoro” – dijo el sapito, “pero también tengo una esmeralda” – y señalo un fruto de cafe verde de los tantos que estaba en las ramas. “Y un gran rubí” – dijo mostrando con sus labios cristalinos uno maduro y muy grande.
La muchacha ya rebuscaba con su mirada los destellos de los frutos de cafe que describía en la historia su amiga. Esta, al ver que ya merecía algo más que su atención, apuró el cuento.
>>“Tengo que terminar mi trabajo, amigo sapo” – dijo la viuda. – “Así que con mucho pesar por dejarlo solo me voy porque ya amainó la lluvia.” El sapito detuvo a esta mujer trabajadora, gentil y nada ambiciosa, para decirle: “Amiga, esta mata de café tiene tres granos de esmeralda, tres grandes rubís, y tres resecos que guardan los más bonitos diamantes amarillos. Al cosechar la mata sentirás los frutos de cafe caer dentro del canasto y los guardaras sin decirle a nadie.
Cuando tengas una necesidad muy grande, pero solo que sea una necesidad muy grande, los usaras para salir adelante. Pero debes usarlos sin ambición.”
La mujer terminó su día de labores guardando en el seno y bien anudadas dentro del pañuelo que usaba en su cabeza para protegerse del sol, los nueve frutos de café que le había regalado el sapito azul.
>> Y cuando a esta mujer no le alcanzaron sus ahorros para comprar una finca, ella buscó uno de los granos, le quitó la cascara y con la venta de la joya completó el dinero que le hacía falta…
…Vamos mija que dejó de llover y las joyas que cuelgan de la mata de café están esperando a que las recojamos”.
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