Un cafe cerrero en la Fonda Parrandera

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El cafe Cerrero!
en la Fonda Parrandera

– Las huellas en forma de estrella que se ven por el suelo son de mi yegua mora. A sus cascos relucientes los calzo con herraduras de oro, o de plata, depende del terreno…

Así hablaba este duende de su yegua. 

– Yo soy el único que la monto y todo lo que le ponga en su lomo lo convierte en oro. 

Y sonreía mostrando sus dientes. Estaba en una fonda tomando guarapo con unos arrieros. Como los duendes no se presentan, así como así, él les hablaba mientras ellos dormían su borrachera.

El duende solo tomaba guarapo de caña de azúcar y ya hablaba más de la cuenta. El dueño de la fonda dormía estirado sobre el mostrador de madera. 

 –  Mi yegua hace todos los andares de tierra y aire…

Uno de los arrieros refunfuño. Otro, en medio de la dormilona de su rasca, tiró a enlazar algo. El dueño de la finca apretó contra su cuerpo la botella casi vacía de aguardiente. Los bultos de café que habían descargado los arrieros en la fonda se desarrumaron y cayeron al piso.

El ruido de los bultos al caerse hizo que la mujer del dueño de la fonda apareciera. Ella Estaba tomándose un café cerrero y el aroma gibó aún más la nariz del duende, quien le preguntó:

– ¿Qué es eso?

Ella era bruja y reconoció al duende, al que le habló:

— Este es café y ese es café.

El duende olió su guarapo como comparando olores. La bruja le dio a probar el café cerrero que tomaba. y este pregunto una ves mas

– ¿Qué es esto?

 y ella le respondió :

— Algo mejor que el guarapo.

Al duende con el primer sorbo se le iluminaron los ojos. Con el segundo se le despejo la mente. Con el tercero le dieron ganas de bailar. Con el…  la bruja le rapó la taza.

_ Hágase a su café.  Por qué cree que les doy aguardiente a estos parranderos. 

El duende, con el ánimo encima por los tragos de café cerrero que se había tomado, fue y le jalo la cola a la yegua para que no convirtiera en oro lo que le iba a echar encima de su lomo y partió a su guarida con la intención de disfrutar de aquel buen café cerrero. 

Muy de mañana, al abandonar la fonda, los arrieros vieron en el suelo del camino el rastrillar de unas huellas en forma de estrella. El más curioso, encontró en el tierrero un clavo de oro. Con su venta repusieron el dinero del bulto que desapareció mientras dormían la juma que se habían pegado.

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